_ Bien, es por este camino _
señaló Dave.
_ ¿Nos llevará a la entrada del
pueblo? _ preguntó Roger.
_ Cerca, pero quizá debamos
correr unos metros después de atravesar el callejón.
_ Debo admitir que suena mejor
que atravesar esa marea de infectados _ dijo Karen.
_ Bien, síganme, no se alejen.
Se movieron lenta y
silenciosamente por el largo callejón. Del lado izquierdo se extendían nada más
que paredes y edificios, pero del lado derecho había pequeñas veredas que daban
hacia el camino principal infestado de amenazantes cadáveres reanimados. Podían
verlos de pie cada vez que debían dejar atrás una de esas veredas, parecían estar
tranquilos, pero sus pútridos cuerpos no paraban de retorcerse cada cierto
tiempo.
Al cabo de unos minutos llegaron
al final del callejón. Tal y como Dave lo había predicho, debían correr tan
rápido como les fuera posible si querían llegar al autobús antes de que la
horda reaccionara al ruido y se abalanzare sobre ellos. Se comunicaron entre sí
por medio de señas, convinieron en que saldrían uno tras otro; Karen iría de
primera, luego Dave y por último Roger.
El autobús no se encontraba a más
de ciento cincuenta metros, mas la tensión por la amenazante presencia de la
horda hacía que la distancia pareciera ser en kilómetros. Se pusieron en marcha
y corrieron con todas sus fuerzas. Karen fue la primera en llegar a la puerta
del autobús, se viró antes de entrar para ver el momento en que Dave tropezó
sobre sus pasos y cayó al suelo.
_ Rayos _ dijo al advertir que
algunos infectados ya se habían alertado por el ruido que provocó la caída de
Dave.
_ ¡Karen! _ gritó Roger _ ¡Entra
al autobús, ahora!
Roger se vio forzado a disparar
su arma para tumbar a un infectado que casi había alcanzado a Dave mientras
éste se hallaba en el suelo. Ambos sabían lo que sucedería después, la horda de
infectados reaccionó sin demora e iniciaron una estampida de muertos vivientes.
_ ¡Corre!
Ambos huían de una multitud
abrumadora de criaturas inhumanas, algunos ya se hallaban bastante cerca de
arrojarse en contra de sus víctimas. Roger y Dave disparaban hacia atrás con la
esperanza de asestar algún impacto que retrasara a los más veloces de la horda;
y, a pesar de que diera resultado, no era suficiente para retenerlos a todos.
_ ¡Ah, mierda, vamos a morir! _
gritó Dave aterrorizado.
Un infectado comenzó a sujetar la
mochila de Dave y otros dos intentaron derribar a Roger; aunque no tuvieron
éxito, lo desequilibraron lo suficiente como para que el resto de la horda
hicieran de él un festín.
Una ráfaga de tiros se dejó
sentir con estruendo y puntería. Karen disparaba una ametralladora desde una de
las ventanas del autobús, quitando a la mayoría de los infectados de encima de
Dave y Roger. Aquéllos que no fueron alcanzados por la lluvia de balas
encontraron su destino en forma de pica enterrada en sus cráneos.
_ ¡Suban de una vez! _ ordenó
Karen en una pausa antes de seguir disparando.
Subieron al autobús, Dave se
dispuso a disparar su pistola junto a Karen, aunque no logró atinar a más que
una de las piernas de un infectado, y Roger se apresuró a encender el vehículo.
La mitad de la horda se estrelló contra el metal del autobús en un intento por
alcanzar las ventanas, incluso algunos quedaron colgando de ellas cuando éste
se puso en movimiento. Rugían y se esforzaban por atravesar las tablas y
láminas metálicas que reforzaban las ventanas, pero pronto abrazaron el asfalto
cuando los derribaron a golpes con las cachas de las armas.
_ Estuvo cerca _ exhaló Dave.
_ No _ respondió Roger _ ellos
están cerca _ dijo señalando a los infectados que iba atropellando con cierta
diversión en su voz.
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