_ Está bien _ respondió Karen _
pero si alguno de ellos nos detecta, quiero que sepas que te dispararé en la
pierna para escapar mientras te comen.
_ Vaya _ dijo incrédulo _ eso
recibo por insistir en que trajeras un arma.
Emprendieron
la delicada empresa de avanzar sigilosamente por entre los cadáveres que se
repartían a lo largo y ancho de la calle. Cada paso, cada movimiento de brazos,
cada exhalación se impregnaba de tanta cautela cual si por hielo quebradizo se
desplazasen.
_ Karen _ susurró Roger como por
impulso.
Uno de los
cuerpos reaccionó ante el sonido con alguna clase de espasmo en el brazo
izquierdo; los vivos se paralizaron de inmediato, rogando en sus adentros que
aquel cuerpo no se levantase. Por fortuna, el infectado continuó en período de
inactividad y ambos pudieron relajar un poco sus cuerpos para calmarse tras el
susto. Karen se viró a Roger, en su rostro se leía una expresión de confusión e
ira al mismo tiempo. Roger le hizo señas de que no avanzara más; luego se
aproximó a ella tanto que alcanzó a decirle en el oído:
_ Algo anda mal, desde aquí puedo
ver que la dulcería está reforzada desde adentro en unas de sus ventanas con
tablas de madera.
Karen volvió
la mirada hacia la ventana de la dulcería y corroboró lo que Roger le decía. A
la distancia era un tanto difícil de ver por la luz del sol que se reflejaba en
el vidrio; pero una vez en la cercanía, se podía ver aquello con mayor
facilidad.
_ Creo que deberíamos volver _
concluyó Roger.
_ Ya recorrimos más de la mitad
del camino _ señaló Karen _ ¿No crees que sería contraproducente?
Y de oído a
oído discutían sobre el asunto en un campo minado de muertos prestos a recobrar
vitalidad tan solo por saciar un exacerbado deseo de alimentarse. Karen insistía
en que debían continuar hacia la dulcería, y por lo tensionado de sus gestos se
podía adivinar que le importaba poco la probabilidad de peligro. Roger, por
otro lado, insistía en que debían volver; y por lo tensionado de sus gestos se
podía adivinar que no tenía intensiones de correr ese riesgo.
La discusión
sordo muda se vio interrumpida cuando Roger quedó con la mirada absorta en el
cielo. Karen hizo lo mismo cuando se hubo dado cuenta de ello. Se divisaban
tres objetos, a cierta distancia el uno del otro, que parecían haber sido
arrojados desde una de las pequeñas ventanas de la segunda planta de la
dulcería. Cuanto más se acercaban los objetos, más se podía ver que se trataban
de tres botellas de vidrio; y cual si alguien sonara la campana para anunciar
el almuerzo, las tres botellas impactaron en el suelo, reventando una tras otra
en derredor a Roger y Karen.
Todos los
cuerpos que estaban tendidos en el suelo comenzaron a reaccionar ante el sonido
de los vidrios quebrándose.
_ Karen…
_ Lo sé _ dijo
sacando la pistola.
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