Historias

ZombieBus - Pueblo Espinal (IV)


_ Está bien _ respondió Karen _ pero si alguno de ellos nos detecta, quiero que sepas que te dispararé en la pierna para escapar mientras te comen.

_ Vaya _ dijo incrédulo _ eso recibo por insistir en que trajeras un arma.

Emprendieron la delicada empresa de avanzar sigilosamente por entre los cadáveres que se repartían a lo largo y ancho de la calle. Cada paso, cada movimiento de brazos, cada exhalación se impregnaba de tanta cautela cual si por hielo quebradizo se desplazasen.

_ Karen _ susurró Roger como por impulso.

Uno de los cuerpos reaccionó ante el sonido con alguna clase de espasmo en el brazo izquierdo; los vivos se paralizaron de inmediato, rogando en sus adentros que aquel cuerpo no se levantase. Por fortuna, el infectado continuó en período de inactividad y ambos pudieron relajar un poco sus cuerpos para calmarse tras el susto. Karen se viró a Roger, en su rostro se leía una expresión de confusión e ira al mismo tiempo. Roger le hizo señas de que no avanzara más; luego se aproximó a ella tanto que alcanzó a decirle en el oído:

_ Algo anda mal, desde aquí puedo ver que la dulcería está reforzada desde adentro en unas de sus ventanas con tablas de madera.

Karen volvió la mirada hacia la ventana de la dulcería y corroboró lo que Roger le decía. A la distancia era un tanto difícil de ver por la luz del sol que se reflejaba en el vidrio; pero una vez en la cercanía, se podía ver aquello con mayor facilidad.

_ Creo que deberíamos volver _ concluyó Roger.

_ Ya recorrimos más de la mitad del camino _ señaló Karen _ ¿No crees que sería contraproducente?

Y de oído a oído discutían sobre el asunto en un campo minado de muertos prestos a recobrar vitalidad tan solo por saciar un exacerbado deseo de alimentarse. Karen insistía en que debían continuar hacia la dulcería, y por lo tensionado de sus gestos se podía adivinar que le importaba poco la probabilidad de peligro. Roger, por otro lado, insistía en que debían volver; y por lo tensionado de sus gestos se podía adivinar que no tenía intensiones de correr ese riesgo.

La discusión sordo muda se vio interrumpida cuando Roger quedó con la mirada absorta en el cielo. Karen hizo lo mismo cuando se hubo dado cuenta de ello. Se divisaban tres objetos, a cierta distancia el uno del otro, que parecían haber sido arrojados desde una de las pequeñas ventanas de la segunda planta de la dulcería. Cuanto más se acercaban los objetos, más se podía ver que se trataban de tres botellas de vidrio; y cual si alguien sonara la campana para anunciar el almuerzo, las tres botellas impactaron en el suelo, reventando una tras otra en derredor a Roger y Karen.

Todos los cuerpos que estaban tendidos en el suelo comenzaron a reaccionar ante el sonido de los vidrios quebrándose.

_ Karen…

_ Lo sé _ dijo sacando la pistola. 

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