_ Bueno _ dijo Karen _ parece que
aquí solo servían comida recién preparada. Lo único que queda está podrido o
devorado por gusanos.
Roger
se acercó a una puerta que supuso se trataba de la entrada trasera del lugar.
Cuando miró por la ventanilla de la puerta se extrañó, parecía que el lugar
estaba conectado con el local comercial de al lado… pero eso no fue lo que lo
que provocó que se crisparan sus sentidos.
_
Karen, creo que deberíamos salir de aquí cuanto antes _ susurró.
_
¿Qué pasa?
Roger
le hizo señas con las manos, a lo que Karen entendió que habían más infectados
tras esa puerta. Entonces ella se dio vuelta para ir hacia la puerta por la que
habían entrado, pero la mochila tropezó con unos utensilios de metal que
estaban sobre el mesón en el que ella buscaba comida. Uno a uno, los metales
cayeron y sonaron cual xilófono sin ritmo.
_
¡Mierda, Karen! _ Se alarmó Roger.
Volteó
para ver el desastre que Karen había provocado
y justo cuando regresó la mirada a la ventanilla un violento golpe abrió
la puerta y se le fue encima un infectado, empujándolo hasta el otro extremo de
la habitación. Segundos después entró otro de ellos y corrió directo hacia
Karen. Ella logró desviarlo y hacerlo caer al suelo, montándose inmediatamente
encima de él para apuñalar su cráneo. Cuando hubo terminado, se dio la vuelta y
ya tenía otro infectado encima; esta vez se hallaba en problemas puesto que la
sorpresa la hizo soltar el cuchillo y enfocarse en evitar que el sonido del
rugido se convirtiera en el sonido de carne masticada.
_
¡Roger! _ gritó.
A
Roger le estaba costando trabajo enfrentarse al infectado que intentaba
morderlo, no podía disparar su arma por miedo a atraer más de ellos y que los
acorralaran en esa cocina. Entre el forcejeo, colocó su mano en una repisa y
sintió el mango de una sartén. A la distancia pudo ver que otro infectado se
acercaba a una gran velocidad hacia él.
_
¿Fritos o revueltos, pedazo de…? _ Tomó la sartén y le asestó un golpe en la
cabeza tan fuerte como pudo _ A ti ni te pregunto _ y de un sartenazo tumbó al
que venía corriendo.
Los
infectados no estaban muertos, pero Roger aprovechó el tiempo que les tomaría
ponerse en pie de nuevo para ayudar a Karen. Le quitó de encima la amenaza de
una patada en el estómago; Karen reaccionó, tomó el cuchillo y se lo enterró en
la sien. Luego se puso de pie.
_
Dos contra dos, estamos parejos _ dijo Roger.
Varios
rugidos se dejaron escuchar en la lejanía y los infectados que había golpeado
Roger ya estaban de pie.
_
¿Y si mejor corremos? _ preguntó Karen.
Tres
infectados entraron a la cocina y se chocaron unos con otro por la velocidad de
su carrera.
_
¡Rayos, sí, corre!
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