Los colores del atardecer vestían
al autobús cual mantos elegantes de un noble. Karen iba con los ojos cerrados,
intentando quizá conciliar un sueño que nadie ha sido capaz de conciliar en
mucho tiempo; pronto se resigna y se acomoda en su asiento con un suspiro de
decepción a admirar el paisaje de la vía. Roger iba conduciendo mientras echaba
un vistazo esporádicamente al mapa para asegurarse de estar en el kilómetro
correcto en el que encontraría el desvío para llegar al primer pueblo que
revisarían antes de adentrarse en la ciudad de Serena.
_
Podrías apagar ya esa música… es deprimente _ dice Karen con fastidio.
Roger
apaga la música sin problemas excusándose de que esos discos han de ser los
únicos que no se han deteriorado del todo con el tiempo. Lo que le siguió a eso
fue un silencio ultra incómodo en el autobús; antes, Roger no había tenido esa
clase de situación puesto que viajaba solo, pero ahora había otra persona a
bordo del autobús la cual no conocía en lo absoluto.
_
Y dime, Karen _ rompió el silencio _ ¿Cuál es tu historia? Es decir, antes de
que los muertos vivientes se volvieran parte de la nuestra.
Karen
se incorporó, se levantó de su asiento, se acercó a Roger y se apoyó de los
tubos que servían de agarraderas para los pasajeros que iban de pie.
_
Antes de todo _ comenzó a decir Karen _ yo era la chef principal de un
restaurante pequeño en Serena. Pequeño, pero de muy buena calidad, después de
todo yo era la cocinera.
_
Eso no es lo que me dijo el sándwich de tu mochila _ bromeó Roger.
_
Ese sándwich tenía ya una semana en mi mochila, espero que te caiga mal _
contraatacó Karen _ Y mi cocina era muy buena, no por nada he logrado cuatro
estrellas Michelin en lo que llevaba de carrera… aunque no es como que eso
importe mucho ahora.
_
¿Quién sabe? Puede que encontremos algo bueno en este pueblo al que vamos, así
podrás probar que tu historia es real.
_
¿Y qué hay de ti? Siendo honestos no pareces un conductor de autobús. ¿Qué
eras, leñador?
_
Para nada _ Roger no pudo evitar reír un poco _ solo soy un conductor de
autobús al que le gustaba coleccionar armas. La mitad de esas que viste allá
atrás de hecho son mías. Antes no era más que un pasatiempo; ya sabes,
comprarlas, dispararlas, limpiarlas. Pero ahora podría decirse que rindió sus
frutos.
_
Si, supongo que sí.
_
Me gusta conducir, es algo así como el capitán y su barco. En mi vida aprendí a
conducir casi cualquier tipo de vehículos y mi amor por la mecánica me impulsaba
a desarmar y armar las bellezas que conducía… como si fueran sólo juguetes.
De
esa manera continuaron conversando acerca de las cosas banales que hacían o
dejaban de hacer en su antigua vida, era una forma eficaz de cortar con
cualquier indicio de tensión o incomodidad.
Tras
un par de minutos, Roger tomó un desvío señalizado como: ESPINAL 5km
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