La cabeza de uno de los infectados que asediaban el autobús
voló en mil pedazos tras el primer escopetazo de Roger.
_ ¡Si,
a ver qué tienen!
Roger había
atravesado el autobús transversalmente a la carretera, evitando que los
infectados alcanzaran a la mujer. Corrió el guardamanos de la escopeta hacia
atrás y luego hacia adelante, apuntó el cañón por una de las aberturas que
dejaban las defensas metálicas de la ventana y le voló la cabeza a otro
infectado. Mientras recargaba, uno de los dos restantes se encaramó en una
ventana y con sus bruscos movimientos consiguió arrancar un par de tablas que reforzaban
las defensas.
_ No,
amigo _ dijo Roger _ Si no pagas el pasaje no hay viaje _ Lo tumbó de un golpe
con la culata y cuando cayó al pavimento lo remató con un impacto en el pecho.
Teniendo
en cuenta el ahorrar municiones de escopeta, tomó la pistola y disparó al
último infectado. Primero atinó al hombro, luego al cuello y finalmente a la
cabeza, acabando así con la amenaza. Esperó unos segundos para asegurarse de que
ninguno de ellos se levantara de nuevo y solo cuando consideró que no había
peligro alguno bajó la guardia.
La
mujer, desconcertada al escuchar los disparos y aliviada al dejar de oír
rugidos recuperó el calor de su cuerpo; lo que significa que…
_ ¡Desátenme, me quemo el rostro!
_ Ah, rayos _ dijo Roger al
escuchar el grito de auxilio.
Roger tomó un cuchillo y se bajó
del autobús, se apresuró a levantar a la mujer todavía atada a la silla.
_ Espero que cumplas tu palabra,
es lo menos que puedes hacer después de haberte salvado la vida.
_ Oh, no te preocupes… cumpliré.
El héroe del día cortó las sogas
y liberó a la mujer. Ella se sacudió los restos de cuerda y luego le propinó un
puñetazo en la cara a Roger.
_ Ahora estamos a mano _ dijo
ella.
_ Está bien, supongo que lo
merecía _ respondió Roger buscando señales de sangre en su rostro _ Subamos al
autobús, será más seguro hablar ahí.
La mujer asintió con la cabeza, a
esas alturas ya se había resignado a que él o su gente no la matarían y ella no
a ellos, así que ambos caminaron por entre los cadáveres infectados y subieron
al autobús. Entonces, para sorpresa de ella, no había gente en el vehículo como
ella pensaba, había sido vilmente engañada todo ese tiempo por Roger. Eso la
enfureció.
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